Cuando hace unas semanas publiqué la entrada sobre Nellie Bly y sus viajes por el mundo no imaginaba que recibiría tanta respuesta, y, sobre todo, el tipo de respuesta que sería.
Por cierto, recordad que la manera de poneros en contacto conmigo es a través de los emails beatriz@okikotalents.com o nikajimenez@espidofreire.com; los privados en las redes sociales no son eficaces porque no los leo, o los leo tarde, o, sencillamente, os derivaré a esos dos emails. Es una cuestión de tiempo y de organización.
Como alguien que trabaja en solitario, bien mientras escribo o mientras leo, que prepara durante horas clases, o conferencias, o textos que luego compartiré con los demás, me llaman la atención las dificultades que muchas personas, en especial mujeres, tienen para iniciar actividades en solitario. La entrada de una mujer que ya en el siglo XIX viajaba sola ha hecho que un número considerable de mujeres se lo plantearan, o me contaran sus dificultades.
Me encantaría viajar sola, me decía Ana Belén, pero la verdad es que me da vergüenza ir hasta al cine sola. Soy de una ciudad pequeña, donde eso no se estilaba, y ahora que vivo en una grande, continúo con ese hábito. Me doy cuenta de que dependo de mi marido o de otras amigas para muchas de las actividades que hago, y eso me resulta muy frustrante.
Me he dado cuenta de que no hago nada sola. Nada es nada, ni siquiera tomo sola la decisión de qué poner de comer ese día. Llamo a mi madre por teléfono y lo hablo. Me asusté un poco cuando me di cuenta. ¿Cuándo me he vuelto tan insegura? El único espacio en el que estoy sola es Internet. Antes iba sola al supermercados, pero ahora compro online. (Sonia)
Me parece muy bien que otras personas lo hagan, pero yo no viajaría sola jamás. Para mí es una forma de compartir experiencias y tiempo con quienes quiero. (Otra Sonia)
Todas esas niñas que se sacan selfies en el baño o en su cuarto, el único momento en el que están solas… e incluso entonces necesitan que alguien las vea. (Antonio)
Se acercan las vacaciones y estoy a punto de entrar en pánico. Me separé hace medio año, todas mis amigas están emparejadas y yo soy incapaz de pensar en algo para hacer yo sola. Los contactos y los planes por internet me parecen desesperados y patéticos, y no tengo carácter fácil para hacer amigos nuevos. Me estoy viendo con 32 años en casa de mis padres durante el mes de agosto y me muero de la pena. (Uxía)
El tema de la soledad ante los puentes, fines de semana y vacaciones era recurrente. Por cierto, hay planes muy apetecibles en tiendas de viajes como Pangea que yo recomiendo a quienes deseen comenzar a hacer planes o viajes en solitario.
Veo a mis amigas divorciadas, y tras afirmar que solas están mejor que nunca, e se lanzan como desesperadas a buscar otra pareja. Incluso acceden a sexo fácil como una forma de atrapar a un hombre, o de tener compañía, no lo sé. Eso no es estar sola: no soportan la soledad, y me parece que a mí me pasa lo mismo. -SSD
Cuando estaba soltera nunca hacía nada sola: mis amigas éramos una pandilla muy controladora, y quisiéramos o no, siempre acabábamos haciendo todo en grupo. Muchas veces me aburría a muerte, pero era como se hacía. Luego, con mi marido, comenzamos a viajar siempre juntos, a hacerlo todo juntos, y ahora con las dos niñas no estoy sola nunca. Hasta me ducho con ellas. Antes me parecía lo ideal, pero ahora a veces siento que no sé quién soy, fuera de ser madre, esposa, hija… (Susana).
Lo último que haría en mi vida sería viajar sola. Bueno, o irme de compras sola. Miro a esas mujeres que están tomándose un café o un sandwich en una terraza solas, y la verdad, me dan una pena… no digo que sea tu caso. (Lucía)
De jovencita me daba igual. Siempre había alguna amiga disponible, en el peor de los casos. Pero a partir de los treinta, cada una hace su vida, tiene sus compromisos, y la verdad es que si estás sola, no puedes contar con nadie (Flor).
Me sorprendió, sobre todo, el que muchas mujeres sintieran una mezcla de miedo y de deseo por hacer más cosas por sí mismas. Mujeres independientes mental y económicamente, pero que cuando pensaban en hacer algo en solitario lo definían como darse un baño, o hacerse la pedicura, o leer, y ya estaba. Quienes vivían la soledad como el más temido de los enemigos, y quienes comenzaban a pensar que se perdían algo si no la vivían. También me escribieron algunos chicos, y dos hombres para quejarse de la presión de grupo, y de que cedían ante las apariencias, muy a su pesar.
Hubo también algunos hombres que no entendieron nada, y que me escribieron para ofrecerse a acompañarme para lo que fuera porque me veían siempre muy solita. En fin. La cuestión de fondo es la misma: tras siglos de control social, tras décadas de una prohibición explícita para la mujer de encontrarse sola, y menos aún, ociosa, con la tradición de chaperones, carabinas, acompañantes para preservar el honor de una mujer, horas de llegada fijada hasta la víspera de la boda, la costumbre de abandonar el trabajo tras la boda o tras la llegada de los hijos, ¿qué queda de sospechoso, o de molestia, en una mujer no ya soltera, o solitaria, sino que haga determinadas actividades sola? No parece que haya un cambio significativo entre las generaciones jóvenes, que tras una infancia y una adolescencia sobreprotegida, encuentran en el grupo la protección que antes les brindaba la familia.
¿Mantenemos una buena relación con la soledad? ¿O es una frase que reservamos para cuando estamos en casa, sin que nadie nos vea, una manera de ocultar el profundo miedo a quedarnos a solas con nosotros mismos? En español no distinguimos, como en inglés entre loneliness (soledad dolorosa) y solitude (soledad buscada) ¿Cambia eso con la edad o va a peor? A veces se habla de una sociedad de solitarios como si fuera el horror máximo, pero ¿tienen razón, o es la persona capaz de estar sola más independiente, más crítica, y por lo tanto, menos conveniente?
La falda estampada, el eje de mi vestuario de hoy, no hace juego con nada pero encaja con muchas prendas. Es de COS. La he combinado con un bolso vintage, una camiseta a rayas de HM, y una cazadora (no una biker: son la prenda por excelencia esta temporada, pero cuando yo era una adolescente las cazadoras cruzadas de cuero, los vaqueros algo anchos y tobilleros y los pendientes con una perla y cresta dorada, de huevo frito, los llamaba yo, eran un uniforme tan generalizado que algo en mi interior se resiste a llevarla cuando hablo de individualidad) también de HM. Los zapatos de ante negro son de Unisa, y la preciosa mariposa verde de acetato de celulosa que llevo como collar, de Antïk New Concept, un espacio online que apuesta (y donde podéis apostar) por jóvenes creadores. Pendientes de oro que ya me habíais visto en alguna otra ocasión, y la barra de labios de YSL, la 56 Rouge Anonyme.
Las fotos fueron tomadas en un solitario Alonso Martínez, Madrid.