Debéis visitar la retrospectiva sobre la obra de Jesús del Pozo que se muestra en Madrid, en el Canal de Isabel II, hasta el día 23 de este mes. Si os interesa la moda, por supuesto. Pero también si queréis contemplar algo más abstracto, la belleza de las líneas, la estética en el sentido más sutil de la palabra: el proceso creativo de un gran hombre, el trabajo de una vida.
Jesús del Pozo me cambió la vida: ocurrió, como sucede con el contacto con las personalidades únicas, de manera irremediable, y fui consciente de ello mucho más tarde, cuando las frases cambiadas con él y su mirada certeza sobre mí cobraron de pronto sentido. Nuestro primer encuentro tuvo lugar en 2007; los dos vestidos que lucí en la alfombra roja del Festival de Cine de San Sebastián, del que era jurado, provenían de su mano. Y había sido Esperanza Claver quien había estado detrás. Esos dos vestidos supusieron una declaración de intenciones; los siguientes fueron la consolidación de un entendimiento impregnado de respeto. Hasta que, hace cinco años, su muerte interrumpió una conversación que yo creía que se prolongaría por mucho tiempo más.
Esperanza Claver, que le comprendió muy bien en sus años de trabajo con él, ha realizado una labor extraordinaria sobre una materia muy difícil; la Fundación Jesús del Pozo y los coleccionistas privados, como Ana Belén, cuentan con un fondo abundante, y hace falta una línea de trabajo muy definida conseguir algo que no se parezca a una retrospectiva más. Me alegra decir que el resultado ha sido sobresaliente: No solo el mensaje de la exposición es claro y bello, sino que todos los detalles delatan su exquisito gusto: el catálogo, una pieza de altísimo mérito con (entre otros) un texto de mi admirada Estrella de Diego y maravillosas fotografías de Gorka Postigo. La planificación museística de la exposición, que gira en torno a tres conceptos: Los volúmenes, las texturas de los distintos materiales , y la gama cromática.
La iluminación, que corre a cargo de Valentín Álvarez, ,merece una mención especial: si hace mucho tiempo que la indumentaria saltó a los museos, aún antes había aparecido en escenarios y teatros. La luz está concebida para realzar las prendas como si fueran esculturas, y además, oscila en intensidad ligeramente. Sobre algunos de los tejidos, el efecto es hipnótico. Un Zurbarán, la Gabardina negra en corte inverso, el Movida Madrileña, la chaqueta Seda en bruto. Despues ascendemos por colecciones y pisos, a través de colores ligeramente transformados (matices indefinidos hacen que no baste una palabra para definirlos), y materiales absolutamente modificados. Son en total 50 piezas. Tela, metal, papel, rafias, lienzos, pan de oro en tres gamas, gasas sometidas a una fijación térmica que se convierten en vetas o escamas. Cortes estrictos con una vida misteriosa. Oriente y el Siglo de Oro español despojados de anécdotas.
Vayan a verla, aún tienen tiempo. Se aprende muchísimo en ella, si se quiere mirar más allá. Siempre ocurre cuando se observa el universo de un creador. Y su obra es otra manera de continuar una conversación interrumpida demasiado pronto.
Para ver la retrospectiva escogí un vestido vintage de los 80, de manga ranglan en lino tostado, con apliques en otras telas. Me pareció que Jesús lo hubiera aprobado. Las fotos fueron tomadas por Nika Jiménez.